lunes, 18 de agosto de 2008

El excéntrico centro del Partido Popular



El día de la Asunción, Ferragosto para los italianos, ha quedado atrás, habiendo partido en dos el mes del ocio por excelencia y encaminándolo irremediablemente hacia el temido retorno. Al que se haya ido, evidentemente.
Porque en el campo de la política, lejos de pinchar la sombrilla en la arena, han preferido solidarizarse con los españoles –pero sin doblar el espinazo, que para eso cobran de lo que cargan otros- que, como otrora hicieran, han vuelto a buscar trabajo en los campos franceses. Ahora, cada uno a hacer su propia vendimia.
Claro que no todos los racimos son igualmente dulces, y muchos de ellos llevan varias uvas podridas, a veces en el interior y otras bien a la vista. Eso el que no las tenga ya todas fermentadas, más dispuestas para el abono que para el consumo. Lo triste es que, aún conscientes de su mercancía insalubre, quieran ponérnosla sobre la mesa, unos como vino, otros como postre.
En este caso, la ventisca suena a gaita y se ha vestido de peregrina compostelana. Y al tratarse de zona costera, la sobrevuelan variopintas gaviotas que no acaban de discernir hacia dónde dirigirse.
Todo comienza cuando en 2005 el PP, a sólo un escaño de la quinta mayoría absoluta, pierde el Gobierno de la Xunta gracias a un sistema electoral injusto que permite gobernar a los derrotados en las urnas. El socialista Emilio Pérez Touriño y el nacionalista Anxó Quintana corrieron a por los teléfonos y pactaron un gobierno de coalición para hacer de esta región la tercera en discordia. Por si Cataluña y el País Vasco no supusiesen ya suficiente plomo informativo.
En ese momento, los populares consideraron oportuno que quizá era el momento de pedirle al infinito Fraga que se retirase y dejase sitio a otros menos primitivos. Fue entonces cuando las luces de Génova designaron a Núñez Feijoo. El camino al centro era ya una realidad; el de Santiago podía esperar (tanto que, a este paso, a ver si llega algún día).
Después de aquello, vino lo que todos conocen: Galicia se galleguizó, el modelo vasco-catalán se impuso, Feijoo perdió el norte noqueado y los gallegos sin salir de pobres. Llegó el momento de las elecciones generales y, aunque don Mariano volvió a ser respaldado por la mayoría de sus paisanos, el PP se quedó en la oposición. Caos general, se retuerce el discurso y a pisar el acelerador hacia el maldito centro. (“¿De dónde vienen que nunca llegan?” diría Guerra con su inigualable ironía viperina).
De aquellos polvos, estos lodos. En el cónclave popular de Valencia, Aznar advirtió de lo que era conveniente: “primero se gana; luego se negocia”. Como quien oye llover, el señor Fraga saltó ayer a la palestra y dijo animoso que “si el BNG no actúa contra los intereses de España, el PP podría entenderse hasta cierto punto con la formación nacionalista”. Rajoy, raudo para no desencantar al fundador de su partido, aseveró sus tesis asegurando que si Núñez Feijoo gana las elecciones -que presumiblemente se adelantarán a los últimos meses del presente año- podría haber una negociación con el Bloque.
Pero la candidez de los populares se despedaza en el momento que se cruza con la realidad: Quintana, probablemente antes de abrirse en canal a causa de una sonora carcajada, dice celebrar esta actitud por parte del PP, pero se ve obligado a repartir unas collejitas cariñosas en los cogotes populares para recordarles que, en caso de haber negociaciones, los primeros serán siempre los socialistas. Y es que hay algunos que son coherentes con su línea –dictatorial, sí; liberticida, también; pero suya-, y buscan amigos entre quienes tiene sus mismo planteamientos, por ejemplo, en lo que a inmersión lingüística o a adoctrinamiento escolar se refiere. Y eso, por mucho que le duela a don Mariano, lo hacen mejor los del PSOE de Zapatero. Basta recordar que en estos días, el gobierno gallego está buscando la fórmula apropiada para que los médicos que ejerzan en su terruño se desenvuelvan sólo en la lengua de Rosalía de Castro, obligando a transcribir recetas y prospectos a ese dialecto portugués.
En este punto quizás sea donde el sarcasmo raye con lo desagradable: mientras la presidenta del PP Catalán, Alicia Sánchez Camacho, sigue sin firmar el Manifiesto en Defensa de la Lengua Común porque lo considera “innecesario”, Rajoy dice que “no hay discrepancia ninguna sobre este asunto” y que todos están “a favor de los derechos individuales de las personas”, que es lo que está en peligro, y no así el español, que para el líder popular “tiene un futuro esperanzador, porque lo hablan casi quinientos millones de personas en el mundo”. Pero sin embargo, como parece que el mes de agosto se le hace algo tedioso tostándose al sol, suelta sin complejos que tiene preparado un proyecto para presentarlo en el Congreso de los Diputados, en el que se defienden los derechos de los castellano-hablantes. ¿En qué quedamos? ¿Está en peligro el español, o al menos, su uso? ¿Los del BNG, con quienes se quiere pactar, lo están haciendo bien o mal en ese sentido?
La Presidenta de la Asociación “Galicia Bilingüe”, Gloria Lago, se mostró ayer “encantada” con esta iniciativa del PP, pero a la pobre le asalta la misma duda que a muchos de nosotros: ¿es eso compatible con las intenciones de los de Núñez Feijoo? Lago intenta entenderlo: “Yo no sé por qué centrarse tiene que llevar consigo pactar con partidos nacionalistas; es decir: eso no es estar centrado. Si lo que se quiere es, un poco, olvidar el lastre que pudiera haber del pasado, o dar una imagen, digamos, más centrista, eso no pasa por apoyar partidos que lo que quieren es convertir a los estudiantes gallegos en rehenes de un proyecto de patria”.
Se podría uno consolar pensando que a lo mejor todo esto es sólo culpa del clima gallego, tan húmedo y nuboso.
Pero sorprende cuando, en la misma semana que todo esto ocurre, el Partido Popular de una de las regiones más alejadas de la nórdica Galicia y tan opuesta en clima y carácter, como es Andalucía, promociona y apadrina unos eventos a los que no invitó a sus votantes durante la campaña electoral.
El 10 de agosto se celebraba en el Parlamento de Andalucía un homenaje a Blas Infante, en el nosécuántos aniversario de su muerte, a quien a algunos les ha dado por llamar ridícula e irrisoriamente el “padre de la patria andaluza”. Cómo no será la cosa, que ni los mismos socialistas se personaron en un acto que, por otra parte, de patético resultó conmovedor: ni un andaluz de a pie presente, no hubo quien cantase el himno y lo más sonado fue que a un parlamentario de IU se le ocurrió levantar el puño –querría el hombre tomar la iniciativa ante tanta frialdad institucional, digo yo-. Pero a falta de Chaves, estaba Arenas. Contra todo pronóstico, el presidente del PP-A se envolvió en la bandera verde y blanca, cogió de la mano al portavoz de su formación en el Ayuntamiento de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, y le obligó a comprarle unas flores al señor Infante para depositárselas a los pies. Mientras, el alcalde socialista de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, de cañitas por cualquier tasca de la capital andaluza. Y no contento, Arenas se despachó a gusto diciendo que no se había tenido en cuenta su propuesta de un “acto de mayor dignidad”.
Esto no hay quien lo comprenda: ¿de verdad los andaluces han votado a Arenas para que enarbole la enseña del nacionalismo andaluz? ¿De verdad los votantes del PP-A quieren que se homenajee a un hombre que murió por servir a la anticlerical y antiespañola República? ¿Acaso los afiliados de este partido quieren ver a sus líderes arrodillarse de manera totalmente voluntaria y gratuita ante la mentira histórica y ante la mala copia de otros inventa-patrias del norte?
El pasado mes de mayo, el Partido Popular al completo se echaba las manos a la cabeza cuando María San Gil anunciaba su salida. Quien más y quien menos se rasgaba las vestiduras en público, y había quienes incluso se atrevían a decir que era fruto del afán de protagonismo de la política vasca. Esa mujer, que se ha dejado la piel a tiras defendiendo la España constitucional en la región española más difícil y peligrosa, fue vituperada, a veces con ensañamiento, desde las mismas filas en las que militó, y de las que tuvo el valor de ponerse al frente mientras otros se rascaban lo suyo en Madrid. Qué vergüenza y cuánta miseria.
Como dice Gloria Lago, “eso no es estar centrado”. Esto, en tal caso, es ser unos excéntricos. Sino unos desalmados.

3 comentarios:

Albertito dijo...

[Y es que hay algunos que son coherentes con su línea] Pero cuando esa línea es serpenteante, oscilante, discontinua, a veces inexistente... ¿qué coherencia puede haber?

[“tiene un futuro esperanzador, porque lo hablan casi quinientos millones de personas en el mundo”] En el mundo, pero en el país en el que se gestó y el que lo difundió al resto del mundo parece que no hay interés por conservarlo, alimentarlo, defenderlo y difundirlo.

[“padre de la patria andaluza”] El padre de la patria andaluza es la negociación fraguada acerca del resultado almeriense en el referéndum para la autonomía región andaluz en 1980. Según la normativa que el gobierno de UCD fijó para la consulta popular, los resultados no hacían viable la proclamación de la autonomía (Almería no superaba el 50% de síes sobre su censo)

Dicho esto, felicito a Rafael Ruiz por su labor.

Anónimo dijo...

algú ha pensat que no a tothom l'interessa l'espanyol ?

pilar rodriguez castillejo 2 dijo...

Sinceramente me dejas anonadada pero que arte , que periodista... No meteindome en camisas de once varas solo se que es un buen trabajo y que te apoyo en tu proyecto.
Felicidades por tu cumple hoy!!!